jueves, marzo 03, 2016

comunicación

Detrás de la pared se oía un ruido. Pero no era un ruido cualquiera. Era un ruido sordo. Es decir que el ruido, que hacía mucho mucho ruido, no podía escucharse a sí mismo aunque quisiera. Aunque ahuecara las manos junto a sus orejas enormes y rosas el ruido sordo no sabía el escándalo que hacía al otro lado de la pared. Él estaba en su mundo silencioso y plácido mientras a este lado todo era un mismo e insoportable ruido durante mucho rato.
Pero de pronto, el ruido sordo cesó. Hubo una paz de después de la guerra. Ese segundo exacto de "se ha hecho la paz", un paréntesis invisible en el mundo, un pie en el aire antes del siguiente paso, la constatación de un suspiro: el silencio.
Estaba claro que este silencio tan silencioso era mudo. Y era seguro que el ruido sordo y el silencio mudo encajarían a la perfección cada uno al otro lado de la pared, una pareja bien avenida, sin un sí y sin un no, pura candencia sin entendimiento.