miércoles, septiembre 23, 2015

cantar, reír, amar (antiguo)

Le canto a mi sobrino mayor canciones mientras lo baño.
La acústica del espacio cerrado es estupenda y parezco una mezcla de Adriana Varela con Elis Regina (qué más quisiera!).
Tomás me escucha con la mirada brillante y la sonrisa llena de dientes blancos. He captado su atención como en un truco de magia:

Acaricia mi ensueño el suave murmullo de tu suspirar.

Esa primera frase se merece una ola (de la bañera) pero Tomás aguanta y sigo (medio en broma, medio en serio) y me lanzo al estribillo empujada por uno de esos versos que me hubiera gustado escribir a mí:

Ella aquieta mi herida
todo todo se olvida.

Tomás se embelesa.
Yo cambio el ritmo del tango hacia el cha cha chá salpicando con agua al hacer percusión en su cabeza enjabonada:

El día que me quieras
cha cha cha chá
la rosa que engalana
cha cha cha chá
se vestirá de fiesta
cha cha cha chá
con su mejor color.

Apogeo de risas. Termina el concierto.
Tomás ya está en otro sitio.
En mi cabeza repercute esa frase: todo todo se olvida.
La vida se mueve, marea, da gustito con su vaivén impredescible.