viernes, octubre 11, 2013

exorcismo (fragmento)

Necesitaba un exorcismo. No un exorcismo del demonio sino un autoexorcismo. Un exorcismo de mí misma.
Necesitaba que el padre Karras o el espíritu de Santa Teresa o incluso un vecino, se arremangara el jersey y metiera el brazo en mi garganta para coger por las patas de atrás a mi peor parte, para que la arrancara y la lanzara contra la pared como a un animal rabioso.
Yo necesitaba un anzuelo de oro, que entrara en la garganta como una serpiente amaestrada y cogiera con la punta de sus colmillos a lo oscuro, lo extraño, la sombra del incomprensible dolor allí enquistado.