lunes, febrero 18, 2013

la cicatriz

La cicatriz se abrió de repente y desde la herida deshilachada comenzaron a salir, como de una chistera de mago: un animal parecido a un murciélago, sangre, burbujitas de grasa como globos de feria, un zapato de niño, la cabeza de una muñeca de plástico guiñando un ojo, una taza de té con un borde manchado de rouge, una hoja de periódico, una postal de Klee, un disco de vinilo de Frank Sinatra, roto, un candelabro con cera roja derretida y pegada, una canica, un libro de colegio.
Mientras tanto, mientras todo salía a borbotones inundando la habitación, Emiliana pedía una aguja e hilo a los que la miraban asombrados.
Cosió la cicatriz con un poco de esfuerzo y empujó con un dedo a un muñeco de trapo que asomaba: -Andá pa' dentro - dijo, y el muñeco se hundió en la carne como un barco en el mar.
Naúfragos quedaban los objetos que ya se habían salido y que Emiliana miraba con gesto de ternura, como si fueran fotos viejas rescatadas del arcón del altillo.
- Hoy es mi cumpleaños - dijo Emiliana - y para estas fechas siempre pasa lo mismo, no se asusten. La cicatriz se abre como se abrió la tripa de mi madre para que yo saliera, y se escapan las cosas que he querido guardarme y algunas que se colaron contra mi voluntad. Supongo que son muchas y que están apretadas. Pero no pasa nada, seguro.
- ¿Y qué piensas hacer con todo esto? - preguntó alguien mirando los objetos dispersos por el suelo.
- Haré lo que hago siempre - dijo Emiliana-. - Guardarlos debajo de la cama-.
Y separó del piso la manta que colgaba, como si de otra cicatriz se tratara, y todos vieron objetos como hormigas debajo del colchón sobre el que ahora Emiliana jugaba con los hilitos que asomaban de su herida cerrada.