miércoles, diciembre 10, 2008

tocado

La doctora auscultó el corazón con un aparatito indescriptible, como si fuera el ojo de un brazo metálico extensible de uno de esos monstruos extraterrestres.
Tal vez por eso, al rozar sobre el pecho desnudo, la máquina hizo un ruido de mundo submarino, oscuro, algo desconocido, inexplorado.
La paciente tembló y aunque no lo pensó conscientemente, por un segundo intentó imaginar cómo sería el último día de su vida.
Mientras pensaba sin pensar en nada, de su corazón sumergido seguían saliendo ruidos burbujeantes.
Al terminar la exploración, la doctora diagnosticó lo siguiente con distante profesionalidad:
Corazón oxidado, habitado por peces apasionados, que algunas noches montan fiestas para llamar la atención. Al fondo, donde no parecía haber nada, un cofre cerrado al que le falta la llave. Abierto a la fuerza, salen a flote unos recuerdos muy tristes, varios miedos que se quedan flotando en la sangre como sábanas al sol.
La doctora, impasible, recetó urgentemente: dosis diarias de antioxidante en forma de besos, poemas, paseos nuevos, canciones, risas, trabalenguas, globos de chicle, narices de payaso.
Aunque la paciente duda de la doctora, guarda la receta en el bolso y sale de la consulta pensando solamente en hacer eso que tanto le apetece hacer y que se había olvidado que quería.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Bueno.. me encanta. Si te falla, llámame.
Me voy a dormir con una sonrisa

01:48  

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